Estimada alarma social,
Le escribo de manera urgente para exponerle las dudas que me aterran sobre su comportamiento durante los últimos años. A continuación procedo a comentarle, desde el respeto y la devoción a su poder, pero en ningún momento desde el cariño, las preguntas que me recorren la mente cada noche antes de quedarme frito en mi cama del IKEA.
¿Por qué ha decidido usted instalarse de manera permanente?
Verá usted, señora Crisis, históricamente, y sin pretender conectar este comentario con el ámbito sexual, usted no suele durar demasiado en los países desarrollados (en África, por el contrario, suele ponerse las botas). Empiezo a pensar que usted quiere irse desde hace tiempo, quiere dejar de acrecentar el paro, destrozar mercados bursátiles y arruinar y descuartizar senos familiares; pero alguien no le deja. Y eso me preocupa. De hecho creo que nos preocupa a muchos. Por eso paso directamente a la siguiente cuestión.
¿Qué factor impide que usted salga temporalmente, como históricamente ha hecho, de nuestra sociedad?
Sospecho y mi corazón sugiere que entre usted y la sociedad hay una tercera persona. Debe de ser así y le transmito mis razonamientos. Los datos indican que, cuando usted aparece, los gobiernos, el poder político al fin y al cabo, expanden su gasto para que la población pueda seguir interviniendo en el mercado a pesar de las adversidades que se den a causa de su presencia. Se invierte en infraestructuras, en educación, sanidad, formación profesional y demás recursos que la sociedad absorbe cual esponja seca, pues el precio de estas disminuye, la gente se recicla y entra más preparada y eficiente en el mercado laboral. Se podría decir, en términos entendibles comúnmente, que el gobierno “se lo curra”. Hoy en día en mi ciudad, y después de tu estancia de hace ya más de 4 años, se ha llegado a la conclusión, bajo los adjetivos “inevitable y necesario”, de que todas estas ayudas sociales deben sufrir recortes abismales para poder seguir subsistiendo. Para que quede claro, no solo no van a subir (ni han subido estos último años) si no que van a bajar estrepitosamente. Me lleva a pensar, lógicamente, que ese factor que quiere que usted se instale cómodamente en nuestros tiempos, a modo de amigo fiel, es el gobierno que, dadas sus decisiones, le ha cogido cariño, lo que nos lleva a…
¿Qué interés tiene el gobierno en que se quede a modo indefinido instalada en casa?
Y ésta, señoras y señores, es la pregunta del millón. Se presupone, o nos hacen creer, que vivimos en una democracia en donde un gobierno elegido por mayoría vela por nuestros intereses, pero ya hemos visto que no es así. Para presentarle mi teoría, estimada Crisis, debo primero hacer hincapié en la buena salud económica de todo político o ex-político de nuestro sistema. Contra ellos, según datos recientes publicados por el BOE (http://www.boe.es/), usted no tiene poder alguno, no puede arruinarlos ni desestabilizarlos. Sus sueldos son elevados y sus negocios son fructíferos. Sus negocios. Sus acciones. Sus intereses. Sus ganancias de capital. Su dinero. Su egoísmo. Su mercado. Los mercados. Los dirigentes del mercado. Los magnates. Los millonarios. Las empresas. El sector privado. Y en este punto, señora Crisis, imagínese que doy un golpe sobre la mesa mientras afirmo lo siguiente: “Usted no es una invitada permanente en nuestro país, esta siendo secuestrada”.
Imagínese por lo tanto que usted es un político con capital invertido en grandes empresas de nuestro querido IBEX 35 y que durante este tiempo se ha dedicado a especular a través de ellas y a ganar mucho dinero vendiendo, por ejemplo, hipotecas de dudoso pago. No entraremos en la moral de estas operaciones; sí vamos a analizar que genera su presencia en este panorama. La grandes empresas especuladoras en las cuales yo tengo mis inversiones realizadas empiezan a tener problemas financieros, tan alto es el nivel de desconfianza que generan sus activos tóxicos (hipotecas impagables). Automáticamente ponen el grito en el cielo reclamando ayuda financiera para, según ellos, reactivar el mercado y poder seguir invirtiendo y generando créditos para la población. Como político que hemos quedado que somos, debemos ayudar a esa entidad financiera, eso es evidente, sino se irán del país y me quedaré en pelotas, pero como inversor que soy vamos a ver si puedo hacerlo de manera en la que pueda seguir ganando yo pasta gansa. Se me ocurre que podría hacer una rueda de prensa y aclamar al universo que, o hacemos recortes en la sociedad o nos vamos todos a tomar por culo. Seguidamente, cojo la pasta generada por esos recortes y se la inyecto al sistema financiero, a los especuladores que han provocado la crisis pero que también me han hecho rico, al 1% de interés, o alguna cifra absurda por el estilo. A posteriori y como el que no quiere la cosa emito deuda de mi país al 3% para poder pagar esas inyecciones. Y atención a la jugada, hago un guiño sugerente al especulador de turno, sonrío, le toco la mano, y éste coge el dinero inyectado y lo invierte en esa deuda emitida al 3% para ganar un diferencial de intereses suculento y pasar olímpicamente de generar créditos para la población, todo a costa de los recortes sociales. Se podría decir, como aclama el señor Bastida, catedrático de Política Económica de la Universidad de Barcelona, que unos se han ido de copas y otros aguantamos la resaca. Los especuladores la provocan la crisis pero nosotros ponemos la otra mejilla y pagamos el plato. Y no solo eso, dejamos que sigan con sus actividades y su libre albedrío.
Quiero aclarar que, siendo político y no teniendo intereses financieros en ningún lugar, la historia se repite exactamente igual. Solo hace falta añadir al principio de la narración una amenaza de fuga de capitales a otro estado para que me acojone y me baje los pantalones como anteriormente he descrito.
Y yo, siguiendo en nuestro papel de político, me pregunto:
¿Cómo no le va a interesar al sector público (mano negra del sector privado) su secuestro, señora Crisis?
¡Todo el mundo gana! El sector público reduce su déficit con recortes sociales, el privado vuelve a generar beneficios y a invertir impunemente en nuevas operaciones…Ah, vaya, la sociedad… siempre molestando… ellos no ganan nada… al contrario. Pero no hay que preocuparse en exceso, piense que les hemos llenado la cabeza con discursos muy convincentes sobre el “pequeño” esfuerzo que deben hacer en beneficio de todos. Además, uno de los principales recortes sociales los hemos llevado a cabo en educación, con un poco de suerte se vuelven más inútiles y se quedarán calladitos.
Vemos por lo tanto, y seguro que esta de acuerdo conmigo, que ya no nos gobiernan los políticos a los que votamos. Ahora el control lo tienen los mercados, las entidades financieras y sus intereses. Si ellos nos abandonan el sector público cae, no habrá dinero para invertir y el país quebrará. Si ellas siguen al poder el sector público sobrevive y cae la sociedad. Un mal menor, por lo visto. Y algún día, ese mal menor se convertirá en el peor de sus males, lo llamarán terrorismo y nos harán creer que lo es. Pero con el paso del tiempo, y depende de quien gane, se llamará revolución.
Pues bien, quiero ir concluyendo este vómito de pensamientos, si me lo permite. Me gustaría hacerle partícipe, no obstante, de la que se avecina para usted y para la sociedad. Ahora en el poder tenemos a un partido de izquierdas que se ha vuelto de derechas de la noche a la mañana (el mercado, el poder real, no ha tenido más remedio que dejarse ver). Huele a que en las próximas elecciones la derecha (la verdadera) va a ganar, por aquello del cambio, pero atención: a falta de un mes el partido político que se presupone el próximo gobierno no ha presentado si quiera programa electoral. Pero ha prometido solucionar los déficits del país. Señora Crisis, hasta ahora estaba secuestrada entre la habitación financiera y la social. A partir de noviembre solo estará en la social, no tenga ninguna duda, y ya le voy comunicando que el secuestro se va a alargar lo que haga falta, váyase acomodando. Recuerde que el poder de mercado, en la derecha, puede expresarse mucho más libremente y sin tapujos.
Nos seguimos viendo, como siempre, en cualquier ERE, en Cáritas, en el INEM, en la iglesia, en un banco del parque, debajo de un puente… varias veces al día todos los días de la semana.
Bibliografía
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